Muchas veces ha dado la sensación de que el cáncer es una enfermedad de países desarrollados, mientras que en otras zonas del planeta menos favorecidas tenía una importancia mucho menor. Sin embargo, con el avance de los últimos años en el tratamiento de las enfermedades infecciosas, las cosas han cambiado. El 60% de los casos de cáncer a nivel mundial se dan en zonas de ingresos medios o bajos, y en 2020 (es decir, dentro de apenas 10 años) el 70% de la carga sanitaria del cáncer la sufrirán los países pobres.
Por lo tanto, desde varios frentes se ha aconsejado poner en marcha una estrategia global similar a la puesta en práctica contra la infección por VIH. Y no sería algo tan imposible ni tan caro como podría parecer. Tal vez no pudieran utilizarse las ultimísimas novedades en países con recursos escasos, pero tratamientos convencionales cuyo precio es realmente bajo, menor incluso que la terapia antirretroviral, podrían producir una mejora espectacular de estas estadísticas.
Existe el inconveniente de que muchos de estos fármacos precisan de una administración intravenosa, lo que dificulta su implantación. Por no hablar del inmenso problema con el que nos encontramos a la hora de plantear un tratamiento radioterápico, ya que en varios países de África, por poner un ejemplo, no existe ni una sola máquina de radioterapia. Pero si la dificultad de una tarea nos lleva a no intentar ni siquiera iniciarla, mal vamos...
Entre los factores de cambio hay que añadir el descontrol sobre todo en el acceso al tabaco, la aparición de cánceres en gente cada vez más joven (algo que también pasa en parte en nuestro medio). La factura sanitaria en cáncer en nuestro medio es desproporcionada (cientos de miles de euros para ganancias escasas en calidad de vida o en supervivencia libre de progresión). Ellos sin embargo, carentes de lo básico, incluidas la cirugía especializada y la maquinaria de radioterapia más elemental.
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