Albert Jovell, del Foro Español de Pacientes, hace una reflexión muy recomendable en Diario Médico sobre la crisis y sus repercusiones sobre el sistema sanitario, que me permito reproducir en este post. Insisto, una lectura más que aprovechable.
"En la actual situación de crisis económica se ha iniciado un discurso sobre la necesidad de recortar los presupuestos sanitarios. Es éste un discurso peligroso, más propio de ignorantes que de conocedores del sistema, si no se acompaña de matizaciones. En primer lugar, se tendría que explicitar si los recortes supondrán un racionamiento en la calidad asistencial que afecte a algo tan valioso como tener un acceso equitativo a la excelencia médica. Cabría determinar qué no se va a cubrir en la póliza de seguro público y en base a qué criterios. En segundo lugar, habrá que preguntarse si se va a frenar la introducción de innovaciones que aportan valor terapéutico. Sin responder a estas matizaciones podemos convertir uno de los mayores logros del progreso social -un acceso equitativo a un sanidad de calidad sin discriminación socioeconómica- en un elemento de regresión social, lo cual es inaceptable moral y socialmente.
La crisis que padece la sanidad es de éxito, no de fracaso como ocurre en otros sectores y profesiones. ¿Ha evolucionado la justicia, la economía, la educación o la política tanto en los últimos 30 años como la sanidad? Si hubieran evolucionado tanto, seguro que nos habríamos ahorrado la coyuntura económica actual. No cabe duda de que la actual crisis no la ha generado el sector sanitario y, por lo tanto, no debe pagar sus consecuencias. La crisis debe pagarla quien la genera y quien no sabe prevenirla. Es una cuestión de justicia. Por otra parte, en este intento desesperado de recortar presupuestos, algunos se olvidan de que la sanidad es uno de los escasos sectores capaces de generar valor y, por lo tanto, debe ser considerado objeto de inversión si lo que se pretende es sacar a España del atolladero. Ello no es óbice para que el sistema se plantee con seriedad el establecimiento de una agencia independiente que detecte bolsas de ineficiencia y promueva prácticas coste-efectivas. Una de estas prácticas es la formación de paciente crónicos, que en el Reino Unido ha generado una media de 2.075 euros de ahorro por alumno (ver www.universidadpacientes.org). La solución es innovar, no recortar. Si recortamos no progresamos. Cabría preguntarse si los que han gestionado la sanidad en tiempos de bonanza económica están en condiciones de hacerlo en crisis.
Esfuerzo colectivo
El gran éxito de la sanidad en España es producto de un esfuerzo colectivo de profesionales, gestores y políticos, además de un compromiso ciudadano. Los políticos deben proteger a los profesionales, que moviéndose en la banda salarial más baja de Europa han aceptado con resignación un injusto recorte salarial. Tampoco es justo que profesionales con tantos méritos sean gobernados por personas ajenas al sector o sin estudios. Eso es una bofetada a la meritocracia y un brindis a la mediocridad. Los profesionales son una especie a proteger que no basan su trabajo en la especulación y en la mentira sino en el compromiso con el paciente y en la búsqueda de la verdad. Hemos de conseguir que se sientan los principales actores del sistema sanitario, porque es lo que realmente son para los pacientes.
Cuando yo estudiaba ciencia política me enseñaron que el Estado tiene el monopolio de la regulación, Max Weber dixit. El incremento de un 20 por ciento del valor de la acción el día que La Caixa anuncia su conversión a banco, el de un 17.65 por ciento de la acción de una compañía alimentaria cuando ficha a un director general de la competencia y los constantes premios a la especulación financiera a corto plazo nos señalan áreas en las que la regulación puede introducir un sistema de taxación especial que cofinancie la sanidad. Hay que tener coraje moral para hacerlo, pero hay que hacerlo por respeto a la democracia.
El discurso actual de que los gobiernos han de rendir explicaciones a los mercados antes que a los ciudadanos deshidrata la democracia y deslegitima a los partidos políticos. En un país con un paro juvenil del 50 por ciento, los gobiernos deben prever que los jóvenes sin futuros conectados vía Facebook y Twitter pueden iniciar una reflexión a la tunecina que ponga en jaque a los partidos políticos actuales por su ineficacia en el ejercicio de la legitimidad democrática. Los pacientes no renunciaremos a los logros conseguidos y a seguir mejorando. Lo hacemos por nosotros y por los que ahora están sanos, porque la enfermedad no la eliges sino que es ella la que te elige. Ser paciente es una mera cuestión de tiempo. Cabría preguntarse si los que han gestionado la sanidad en bonanza están en condiciones de hacerlo en crisis."